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Viajar o no por negocios

Existen ciertas actividades que no funcionan igual de bien a distancia.

La pandemia nos ha enseñado que los viajes laborales no eran ni mucho menos imprescindibles. Si a eso le sumamos las emisiones de carbono que generan los movimientos innecesarios (sobre todo vuelos), ¿es el fin de la mayoría de viajes por trabajo? El turismo de negocios ha pasado de 1.100 millones de facturación a 582 millones en 2021, casi un 50% menos, y expertos como Bill Gates o Citibank prevén una lentísima recuperación. ¿Tiene algo positivo esta caída? Lo cierto es que sí: a menos aviones, menos emisiones de CO2 lanzadas a la atmósfera.

A raíz de la situación actual de la pandemia, el concepto de viajar por trabajo ha dejado de tener sentido. Estar presente físicamente en las reuniones ya no es indispensable, y aquella época en la que veíamos a empresarios acomodarse en el asiento del avión con su laptop en la mesita plegable quizás haya llegado a su fin, sobre todo en un mundo que aboga cada vez más por reducir las emisiones de carbono. A pesar de ello, las aerolíneas siguen albergando la esperanza de que llegarán días mejores, pero ¿es una creencia realista?

En el último año millones de viajeros de negocios se han visto obligados a cambiar el avión por las reuniones de Zoom, Google Hangouts, Microsoft Teams o similares, con el fin de poder interactuar con sus compañeros y socios. Según datos de la Global Business Travel Association (GBTA, por sus siglas en inglés), el impacto del Covid-19 en el sector de los viajes de negocios se resintió más que nunca en el segundo trimestre de 2020, tras un primer trimestre que había sido positivo. A nivel mundial, se prevé que los ingresos por el turismo de negocios se reduzcan de 1,1 billones a 582.000 millones de euros en 2021, lo que supone un descenso de casi el 50%.

Según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), se trata de una caída sin precedentes. “El año pasado fue un desastre, no hay otra palabra para definirlo”, declaró su presidente y director general, Alexandre de Juniac. Nicola Cox, directora general de la agencia de viajes londinense Midas Travel Management, recuerda que el 2019 había sido un año récord para el turismo de negocios, pero en 2020 el sector aéreo ha sufrido más debido a la pandemia que tras los atentados del 11-S o la crisis de 2008. “Justo antes de la pandemia, muchas empresas habían conquistado nuevos mercados y acelerado su desarrollo internacional, pero las decisiones tomadas por los gobiernos de todo el mundo para contener la pandemia frenaron toda actividad. Entre la cuarentena, los países en la lista negra, las pruebas PCR y el confinamiento en habitaciones de hotel, viajar se ha vuelto bastante complicado, al menos por el momento. Los viajes de negocios siguen siendo una necesidad para algunas empresas y organizaciones, pero actualmente conllevan demasiado papeleo y logística

Viajar por trabajo no siempre es un placer. “La gente suele tener una imagen glamurosa y elegante de los viajes de negocios, pero eso está muy lejos de la realidad. Las empresas se han visto obligadas a adaptarse y a gestionar como pueden la situación actual del homeoffice generalizado, pero muchos consideran que esta no es una solución a largo plazo. Las interacciones a distancia ya existían antes de la pandemia, y si nos hemos amoldado a las herramientas digitales ha sido por obligación, no por elección.

Existen ciertas actividades que no funcionan igual de bien a distancia, como crear relaciones, promover intercambios dentro de la empresa, hacer prospecciones o lanzarse a nuevos mercados. Muchos consideran que Zoom ya ha dado de sí todo lo que podía y que las video llamadas ya no son suficientes. Las empresas no quieren seguir perdiendo el tiempo.

¿Cómo serán los viajes de negocios del futuro?

Para algunos, el sector de los viajes corporativos nunca volverá a las cifras alcanzadas en 2019. Según Bill Gates, fundador de Microsoft, el sector debería prepararse para una pérdida definitiva del 50% de su actividad. Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo. Un informe de Citibank, por ejemplo, asegura que los viajes de negocios aún no han llegado a su fin, aunque también precisa que se espera que su recuperación sea lenta, que varíe de un país a otro y que esté fuertemente ligada a la curva de evolución del Covid.

En cuanto al sector aéreo, que se ha visto trastocado tras años de crecimiento continuado, se espera que vuelva a la normalidad en 2025. De hecho, International Airlines Group, propietaria de British Airways, Aer Lingus, Iberia y Vueling, ha anunciado unas pérdidas en 2020 de hasta 7400 millones de euros. Sin embargo, en British Airways, las ventas de los boletos se han disparado desde que el gobierno británico anunciara la reanudación gradual de los vuelos internacionales a partir del mes de mayo. Por su parte, Air France-KLM menciona una “visibilidad limitada” en relación con la reanudación del tráfico aéreo y afirma tener sus esperanzas puestas en la campaña de vacunación. Para la tan ansiada recuperación, un buen ejemplo es la creación del Travel Pass de la IATA, un “pasaporte digital” que permite comprobar la conformidad de una PCR o de una vacuna según los requisitos del país de destino.

Nicola Cox, al igual que Alexandre de Juniac y muchos otros, cree que la tecnología es la principal solución para la actual situación: “Gracias a la digitalización de procesos como facturar el equipaje o pedir la comida a bordo, la interacción humana será muy limitada. Pero, en cualquier caso, los viajeros deberán mostrar un certificado de buena salud antes de poder viajar al extranjero”.

Si podemos sacar algo bueno de todo esto, es el beneficio que tiene para la sociedad en su conjunto la reducción del tráfico aéreo. Durante el punto álgido de la pandemia en 2020, la mayor parte de los aviones tuvieron que quedarse en tierra, y esto se tradujo en menores emisiones de CO2, tal y como señalan en Global Carbon Project. Cierto es que, según el informe de esta organización, el sector de la aviación solo sería responsable del “3% de las emisiones mundiales de CO2”, pero no deja de ser una buena noticia. “Mi impacto personal sobre el medio ambiente ha mejorado mucho”, afirma complacido Alan Spurgeon. Y es que, en el tema de la ecorresponsabilidad, al final lo que cuenta es la suma de los esfuerzos individuales, sobre todo cuando esta es capaz de provocar un cambio de mentalidad entre la población.


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